El día comenzó para Raúl como lo hacen todos los días en que uno viaja de vuelta: Con ajetreo. Muchas idas y venidas, de arriba a abajo, de un lado a otro, mirando que todo esté como debe estar al momento de emprender el viaje, que nada se quede en tierra, que las botellas estén bien embaladas y los regalos protegidos de todo golpe, que las maletas tengan los candados debidos y que todo en la habitación quede más o menos ordenado, listo para que el anfitrión durante ese par de semanas pueda volver a usar ese cuarto con su fin usual y no con la visita de esos días. Las llamadas en la mañana para las despedidas apuradas son parte del quehacer. El nunca corto trayecto al aeropuerto ya casi con la hora encima solo sirve para recordar esas pequeñas cosas que faltaron por hacer, esas prendas de vestir que se quedaron sobre la cama dobladas esperando ser ordenadas en la maleta…