«La ideología laicista y positivista se siente incómoda a la hora de reconocer esta paradoja: vivimos en una sociedad materialista, que hace alarde de su increencia, pero que sin embargo termina construyendo su peculiar espiritualidad a base de recetas esotéricas.
El esoterismo y el ateísmo son dos cosmovisiones con muchos vasos comunicantes. En el fondo y en la práctica, la superstición es tan contraria a la fe como lo es el ateísmo. Queda patente que la credulidad y la increencia, lejos de ser dos fenómenos opuestos e incompatibles, son dos ramas de un mismo tronco: la desconfianza en Dios.»
Palabras del obispo de Palencia, José Ignacio Munilla, el pasado 7 de Marzo en el diario regional Norte de Castilla, que han levantado las quejas del Observatorio Anti Difamación Atea (OADA), por el ataque gratuito que hace al ateísmo que, como se pueden imaginar, comparte tanto con la adivinación como con el cristianismo, esto es, rechazan por igual ambas.
El esoterismo (la adivinación en realidad, ya que esoterismo es otra cosa y va más allá de los «Rappel» y compañía) no necesariamente parte de la desconfianza en el dios cristiano, muchos de ellos hablan en nombre de dicho dios, claro que no con la interpretación ortodoxa o católica del mismo, que cono sabemos, prohíbe la adivinación.
El ateísmo no tiene nada que ver ni con el esoterismo (es incluso contrario al mismo, entiéndase por esotérico lo que realmente es), ni con la adivinación (a lo que se refiere el obispo), decir que tiene «muchos vasos comunicantes», basando los mismos en la «desconfianza a Dios» (ese es, realmente, el único «vaso comunicante» manifestado en el artículo, pero el ateísmo no «desconfía» en Dios, simplemente niega su existencia por falta de pruebas). Pero es un «vaso» que solo existe en la cabeza del Obispo. No sé si es simple ignorancia o malicia de Munilla al usar esa extraña base y plantear esas similitudes sin venir a cuento (me inclinaría por lo segundo, la malicia, en tanto que la formación académica de los obispos normalmente es buena y amplia, algo que no se puede decir de todos los párrocos).
Munilla, además, declara que «vivimos en una sociedad materialista» (imposible si fórmulas adivinatorias triunfan, que es lo que él denuncia en su artículo) y que a la «ideología laicista y positivista» le cuesta reconocer la paradoja de estar en una sociedad materialista que «hace alarde de su increencia» (sic) pero que construye su espiritualidad sobre «recetas esotéricas». Acá otra vez el obispo ataca con un desatino curioso, lleno de falsedades, como denuncian desde el Observatorio:
(…) NO vivimos en una sociedad materialista. De lo contrario, no triunfarían esas sectas, doctrinas y terapias espirituales que nos consideran imbéciles, ni las iglesias establecidas y ya recubiertas por un halo de respetabilidad osarían divulgar sus códigos morales con tanta arrogancia. Y, sobre todo, que el “esoterismo” y el “ateísmo” NO son cosmovisiones coincidentes. La geometría del cura donostiarra traza un segmento erróneo, en cuyo punto de equilibrio sitúa a su “dios”, balsa equidistante entre la credulidad y la increencia… ¿Nos toma por idiotas? El neoespiritualismo no es más que un subproducto religioso, tan similar al cristianismo que incluso comparte con él muchos aspectos fundamentales: creencia en el más allá, escatologías de “salvación”, espejismos de superioridad moral, sumisión a poderes celestiales, dominio de castas chamánicas o sacerdotales, prácticas y ritos mágicos, conjuras y oraciones a criaturas fantásticas, etc.El imaginario católico exige la misma credulidad o más que el imaginario de la New Age. Se trata de la misma sopa, con diferente envoltorio y con distinto marketing, pero con el mismo sabor: el de la adoración de lo no real. La racionalidad atea es por tanto el opuesto extremo de tales neurosis. La superstición no es contraria a la fe, sino sinónimo de fe. O, más bien, la fe es una superstición socialmente aceptada.
Cabe agregar, además, que no existe una «ideología laicista y positivista», y que dentro del movimiento laicista se encuentran muchas personas con sentir religioso, ateísmo y laicismo no son sinónimos en todos sus puntos, o mejor dicho, todos los ateos son laicistas, pero no todos los laicistas son ateos, confundir esto es también tergiversar o embarrar el debate sobre lo que es un Estado laico, que no es un Estado que niegue a Dios, o una sociedad que lo niegue, sino que el Estado no tome partido por religión alguna (separación Iglesia-Estado) y que, por tanto, los ciudadanos sean libres de elegir su religión o creencias. Y eso gente como Munilla lo manipula al punto de llevarlo al terreno de la, en sus palabras, desconfianza a Dios e increencia.
Pero bueno, al final, ¿qué podemos esperar de alguien que pone rumores y filtraciones como «parientes» del esoterismo? Acá la cosa parece embarrar todo y punto. En esos párrafos, casi al final del texto en Norte de Castilla, el obispo se olvida que la información privilegiada, según de qué sector estemos hablando, es mucho pero que mucho dinero de beneficios, y posiblemente su manejo sea delictivo.
José Ignacio Munilla concluye que es un rasgo de madurez, entre otros muchos, el «[c]allar sobre lo que no se sabe», pues debió hacer eso cuando se puso a hablar de los «vasos comunicantes» del esoterismo y el ateísmo, sobre la sociedad materialista en que (no) vivimos y, sobre todo, sobre su apreciación sobre qué incomoda a la «ideología laicista y positivista» sin querer enterarse (por decir lo más suave) que el ateísmo es contrario a esas prácticas «esotéricas», y que a los laicistas no compete juzgar si tal o cual cree en Dios o en Kamisama, siempre y cuando no afecte eso al Estado y el Estado, por esa afección, no lo imponga. A lo mejor sí lo sabía, y justamente por eso miente, para que otros no lo sepan y sigan creyéndole, teniendo fe en lo que él dice que se debe tener fe.
EL OBISPO DIJO UNA ¡GRAN VERDAD!
Monseñor Munilla, en la entrevista que la periodista Gemma Nierga le hizo en el espacio La Mañana en la SER, dio en el clavo con sus declaraciones, y no tiene que rectificar nada señor Lehendakari del Gobierno Vasco, porque ha dicho absolutamente LA VERDAD.-
Visto la virulencia conque religiosos, políticos, escritores, periodistas, teólogos y demás gentes, se rasgan las vestiduras (y hasta las entrañas), para “condenar” al obispo Munilla, algo “gordo” y “verdadero” ha debido decir, porque sería propio de gente “sinsorga” atacarle de esa manera si lo que ha dicho “no es verdad”, ya que en ese supuesto sería mas correcto advertirle y sacarle de su error con argumentos de caridad cristiana (o no hacer “ni caso” a lo dicho, por… “estupidez”).-
Pero no.- Munilla ha dicho una gran VERDAD, y eso, duele a los que se quieren erigir en pedestales de “sabiduría” para que la plebe “los aplauda”.-
A los soberbios, les sale como un resorte eso de… “ha blasfemado”, “crucifiquémosle”, que es lo que en el fondo vienen ha decir y querer todos esos críticos del obispo.-
El obispo Munilla ha dicho que: es un mal más grande el que nosotros padecemos que el que esos inocentes sufren, refiriéndose a la catástrofe de Haití, para hacernos comprender “la gravedad del mal del que nos habla”.- También ha dicho otras muchas cosas que ustedes no quieren leer, agarrándose a esta frase como clavo ardiendo para “condenarle”.-
Son tan “monstruosos” los pensamientos de los que dicen que Monseñor es insensible a los dolores que padecen sus semejantes en Haití, que no hacen otra cosa que ratificar como verdaderas las opiniones del obispo respecto a la “enfermedad espiritual de nuestra sociedad”.-
¿A ustedes les extraña los males que nuestra sociedad padece?: “niños que desaparecen”, “chicas jóvenes terriblemente asesinadas”, “violaciones con ensañamiento”, “mujeres acuchilladas por sus parejas”, “padres maltratados por sus hijos”, “profesores amenazados y despreciados por sus alumnos”, “policías encubridores de gravísimos delitos”, “financieros estafadores”, “empresarios que se quedan con lo ajeno”, “robos con violencia”, “divorcios que desorientan a los hijos”, “abortos de chicas adolescentes”, “juventud adoradora del alcohol y las drogas”, “terrorismo con extorsiones y muertes”, “bandas callejeras de matones”, “políticos corruptos”, “mafias de trata de blancas”, “jueces prevaricadores”, y… pueden seguir enumerando males hasta donde quieran.
Con lo que la juventud percibe de nuestra sociedad a través de los medios de comunicación como… “modelos de vida”, no es extraño que “después” pasen todas estas cosas.- Y para más inri, pretenden quitar los crucifijos de las escuelas y colegios, que es querer quitar los mandatos que Jesucristo nos dio para enderezar nuestras conductas, para que seamos “hombres nuevos”; y no hay nadie que nos haga ver la “gran catástrofe” a la que nuestra sociedad se encamina.- El obispo Munilla sí lo hace: con sus escritos, con sus declaraciones, con las explicaciones del Catecismo de la Iglesia Católica.-
Si la sal se desala… ¿quién la salará?.-
Me encantaría que todos esos “virulentos críticos” del señor obispo de San Sebastián: religiosos y teólogos, me explicasen el Catecismo de la Iglesia Católica como lo hace el obispo Munilla.-
De los titulares y tergiversaciones que hacen los periodistas en sus periódicos, me extraña menos, porque viven de la noticia espectacular, “aunque sea mentira”.- No se si lo hacen queriendo ó sin querer, pero son muy hábiles en “recortar” frases ó pensamientos para que el titular sea “espectacular”, “monstruoso” y “escandaloso”, para que vayamos corriendo al kiosco a comprar el periódico.-
Un columnista que llama “tarugo” al señor obispo, también ha escrito: Eso de comparar la delicada situación española con la horripilante catástrofe de Haití no es solo una mentecatez, sino una blasfemia.- (aunque dice que puede estar emitiendo un juicio temerario al criticar a monseñor).-
Señor periodista, usted que escribe columnas que casi son “puro Evangelio”, ¿no le habrá traicionado también “ese pedestal” de tener que escribir a diario algo espectacular, sin pensar muy bien en lo que dice, para que compremos el periódico y le paguen a usted su sueldo?-
Quiero pensar que a Munilla no le han, ó no han querido entenderle; por eso, uno de esos teólogos que quieren “crucificarle” por lo dicho en la entrevista, escribe: Para una persona que cree en Dios, lo más sagrado es la vida humana.-
¿No será… “LA VIDA ETERNA”… señor teólogo?, y por ende ¿la vida humana, que es sagrada para “los que creen” y para “los que no creen” en Dios? .-
Quiero estar, en este caso, al lado del señor obispo de San Sebastián: Don José Ignacio Munilla Aguirre, porque dijo una ¡GRAN VERDAD!-
Teología: de ciencia a creencia
La ciencia verdadera se corrige a sí misma permanentemente. El saber se basa en lo fundamentado racionalmente; la creencia se envuelve en irracionalidad. El Vaticano advierte a los teólogos pero no para que sean serios y consecuentes en su trabajo sino para que se sometan a los obispos. El prinde ac cadáver jesuítico. Y siguiendo esa máxima el pastor de ovejas de Palencia, Esteban Escudero, descalifica al teólogo Juan José Tamayo .
La concepción de la Biblia como palabra de Dios y la idea de la virginidad de la primera Iglesia ha sido hasta el siglo XVII punto de partida del dogma cristiano. Esto cambió cuando la revolución causada por la visión científica del mundo y la llegada del método crítico-histórico propiciaron una gran ruptura. El método crítico histórico despojo a la Biblia de su divinidad y al primigenio cristianismo de su inocencia. Condujo a una nueva visión también de aquel mundo en el que surgió el primigenio cristianismo. Todo se convirtió en un caos. Se refutaron los datos de los autores de la mayor parte de los escritos bíblicos; re reconoció que la Biblia era un colección de escritos del sector cristiano vencedor del siglo II y que el retrato y la imagen de la primitiva Iglesia, como mujer pura, tan sólo era un deseo piadoso de una agrupación cristiana que trasladó y colocó en origen, en los inicios del cristianismo, su propia visión sobre la doctrina verdadera y falsa.
La investigación histórico-crítica de los textos “sagrados” provocó una crisis, que sigue acompañando hasta nuestros días a los intérpretes de la Biblia: los teólogos son anatematizados por creyentes ignorantes y báculos de ordeno y mando. Lo que para el reformador Martín Lutero era el sentido literal de las escrituras, todavía aún con su contenido histórico, con la aplicación del método histórico-crítico se vino abajo. Se vio la gran brecha entre historia y anuncio. Y el historiador moderno de la Biblia sabe que conoce muchas cosas mejor que los autores de las fuentes que analiza. Y esto no sólo vale para las cuestiones referentes a la visión antigua del mundo sino también para los numerosos puntos que afectan al meollo de la fe. Por ejemplo, con seguridad María quedó preñada de un hombre. El nacimiento virginal se reconoce como una interpretación, así no pocos hombres importantes de la antigüedad como por ejemplo Cesar Augusto o Alejandro Magno debieron ser también paridos por virgen. Las fuentes más primigenias del primitivo cristianismo, las cartas de Pablo y el Evangelio de Marcos, nada saben del nacimiento de virgen.
Los cristianos primigenios creían que Jesús de Nazaret era el Mesías (“Cristo”) enviado por Dios, en el que se lleva a cabo la salvación o la condena. Para ello aluden a la Sagradas Escrituras del denominado Antiguo Testamento. Teólogos derivaron del Antiguo Testamento toda la actuación de Jesús y “demostraron” las particularidades de su vida –nacimiento de virgen, padecimiento, muerte, resurrección, así los acontecimientos esperados en el futuro: venida de Jesús sobre las nubes del cielo, juicio, vida eterna…- por la Escritura. Obispos católicos, desde el siglo II, confeccionaron el Nuevo Testamento con escritos del cristianismo primigenio. Pero la historia de Israel, contada en el Antiguo Testamento, no hay que confundirla con el desarrollo histórico, y del mismo modo en el Nuevo Testamento no está expuesta de manera fiel la historia primigenia de la Iglesia
Las facultades de teología provienen de la Universidad del medioevo. Su existencia en Universidades o Escuelas superiores actuales se basa en contratos entre la Iglesia y el Estado. Es verdad que la teología evangélica, sobre todo la alemana de los siglos XIX y XX, puede mostrar un gran balance positivo, es componente importante de la historia intelectual europea. Su marcha triunfal por las universidades de los últimos siglos es impresionante. Pero nada extraño que la teología, que se desarrolla en nuestros días en las facultades bajo el control de epíscopos y jerarcas eclesiales, haya perdido el papel destacado que gozó en tiempos, cuando poseyó cierta libertad en la investigación. La teología que postula la Iglesia oficial carece de estatuto académico, no es ciencia, se convierte en creencia, en orden, en obediencia, en resultado prefijado, en gato por liebre. Esa forma de hacer teología parte de condicionamientos a los que sólo los creyentes pueden estar obligados, por ejemplo que la religión cristiana emana “de la automanifestación de Dios en Jesucristo” o que la Biblia es “la palabra del Dios trino en la que él se da a conocer”.
Los profesores de teología se abaten y mueven entre la cátedra y el púlpito. No se puede ser profesor y apologeta del dogma y la doctrina oficial al mismo tiempo, es imposible someterse a las leyes de la ciencia y sostener dogmas o partir de textos intangibles revelados desde lo alto, pregonando obediencia al papa o al obispo. Eso es catecismo y panfleto, no ciencia. Si quiere conservar el status de ciencia debe liberarse de la sacralidad de determinados escritos puesto que para la exégesis científica no hay distinciones ni diferencias entre escritos sagrados y profanos; debe liberarse de la exigencia de hacer distinciones entre ortodoxia y herejía, traspasando límites que van más allá y escapan al examen de las reclamaciones históricas.
El método histórico rehúsa una respuesta a la cuestión religiosa de la verdad y sólo puede registrar distintas exigencias de verdad y compararlas entre sí, siendo crítico ideológicamente. Sus condicionamientos tienen que seguir siendo revisables y que se mantengan en pie sólo por su acción clarificadora y explicativa y no por la voluntad autoritaria de la Iglesia. La clarificación e ilustración no admite la cadena del dogma. Avanza como corriente impetuosa, derribando cualquier esclusa y dique impuestos por credos
Tras años de dura e intensa investigación, narra el gran exegeta Gerd Lüdemann, profesor en la Universidad de Gotinga, me atreví en marzo de 1998 por primera vez a describir el conflicto que me agobiaba desde que comencé mi estudio de teología y confesé públicamente mi ateísmo. Aludiendo a los resultados conocidos por la investigación histórica –la mayoría de las palabras de Jesús contenidas en el Nuevo Testamento son falsas, la cena pascual no fue instituida por Jesús, la resurrección se basa en una visión de los discípulos- escribí: Hay muchas razones sin duda para ser cristiano pero no hay ninguna razón de peso y convincente; nadie, a la vista de la inconsistencia histórica de las afirmaciones centrales de la Biblia puede ser todavía cristiano, yo ya no soy.
Mikel Arizaleta, 17 827 048