La política hace extraños compañeros de cama. No hay duda de ello. Y lo importante, como dijo un pepero asturiano, es ganar, no importa cómo o a qué coste, si no simplemente ganar. Y eso lo saben bien los que están en la llamada alta política, que son lo más bajuno que hay entre los seres humanos. Así pues, los políticos viven en un interminable te quiero pero te odio con los contendientes, en un «siempre estuvimos en guerra con Eurasia, nunca con Eastasia», en plan 1984. Y es lo que le pasa al PP con respecto a los nacionalismos periféricos, saltan de ser el demonio a los amados demócratas con una facilidad pasmosa.