Sí, hablamos del sacerdote Marco Arana, intimidado por trabajadores de la minera Yanacocha (de capital estadounidense y peruano) tras el cierre de actividades de la misma por los bloqueos a la carretera protagonizados por los comuneros de la zona de Combayo en Cajamarca, quejándose, entre otras cosas, por la falta de implicación social de la empresa, el incumplimiento de acuerdos, la alta contaminación y la gran disminución de las aguas de la zona.
Sacerdote nombrado mediador por el gobierno, y que gracias a él (con participación del gobierno, de la mano del primer ministro Jorge del Castillo) se llegó a una "tregua" entre la empresa y los pobladores, mediante la cual la carretera quedará despejada y la minera regresará a sus labores mientras se continúan las negociaciones. El domingo 3 de septiembre (mañana) se dará la primera reunión del grupo de trabajo negociador, en Cajamarca, estarán presentes los dirigentes comuneros de Combayo, jefes de Yanacocha y los ministros de Agricultura, Energía y Minas, Economía y Salud (según la noticia enlazada).
Pero, volviendo al tema que nos ocupa ¿Cuál es la reacción de la Iglesia? Ningunearle, no creerle y dejarle de lado. Es normal que la Iglesia (acá y en todo el mundo) proteja a los suyos, que defienda su inocencia hasta las últimas consecuencias y que pague años de labor pastoral con la "no expulsión" incluso en casos de pederastia (aunque se castigue al responsable), pero en temas como el presente, autoridades "morales" como Cipriani abandonan a los suyos, para apearse con los poderosos, que son los que mantienen el particular estado favorable para la Iglesia Católica.
Mientras que las organizaciones medioambientalistas defendían que el culpable de las marchas y demás no era el cura Arana, la Iglesia olvidaba su buena labor en la zona para abandonarlo, dejar de prestarle el apoyo de bloque que podríamos esperar (y que vemos en otros casos).
La vez pasada la empresa minera no objetó aceptarle como mediador, consiguiendo acuerdos y tal, esta vez sí, se opuso (aunque al final lo fuera) y la Iglesia, en vez de apoyar al sacerdote que buenos resultados diera en el pasado, marcó distancias con él. Ahora ha tenido, el sacerdote Arana, un buen papel en el presente conflicto, convenciendo a los comuneros de que acepten la tregua y se sienten a negociar (recordemos que los empresarios de Yanacocha no hicieron más que patear la mesa y plantar una cerrada de las minas para no negociar), y la Iglesia en vez de agradecerle la participación, por boca del arzobispo de Lima, le da la espalda.
Hay curas que dejan en muy buen lugar el comportamiento de la Iglesia, son esos que se rompen la espalda donde deben estar. Lástima que luego llegue la jerarquía oficial y eche todo a la porra. No quieren revolucionarios, quieren borregos. Y no termino de entender que esa sea la actitud de una Iglesia, que recordemos, nació como revolucionaria.
Artículos, de alguna manera, relacionados:
- Yanacocha Memorex por W. Ocram, que además de un par de consideraciones interesantes sobre el comportamiento de la empresa (y palos a todos, que para algo está) deja una buena cantidad de enlaces sobre el conflicto.
- Las lecciones de Yanacocha por D. Evaristo Pentierra, de hace casi un año, no trata el conflicto de "esta vez", sino que nos hace un recorrido por los distintos conflictos, contaminaciones y demás de la Mina, y la fractura social existente.