Hasta en la editorial del más que conservador diario El Comercio se ve con malos ojos el reeleccionarismo del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, pero lo hace desde un prisma un tanto extraño, y poniendo como ejemplo de demócrata a quien está lejos de serlo. Mientras que a sujetos como Chávez se le condena por el mero intento de querer cambiar las reglas de juego para seguir en el mismo, a otros como a Uribe se les muestra pesar y extrañeza por el error que están cometiendo…
En la editorial de El Comercio:
«(…) sería lamentable que un líder como Uribe, que ha dado muestras claras de vocación democrática y eficiencia en el Gobierno, pueda echar a perder todo lo ganado por este afán reeleccionista.»
Pero se olvidan, quienes escriben o hablan de esta forma tan suave, que Álvaro Uribe Vélez ya cambió las reglas de juego una vez para poder presentarse a la reelección, en el 2006, así que la reforma que ahora intenta no es algo nuevo, algo que rompa con su inmaculado currículo (como lo presenta El Comercio), sino más bien otra raya más al tigre, uno que se ha vestido de caudillismo durante años.
No es por gusto que Uribe, en su momento, para las elecciones presidenciales del 2002, rompiera con su partido político de toda la vida, el Liberal, y se presentara como independiente, para luego realizar una formación política a su imagen y semejanza. Podemos recordar, además, que una de las principales contribuyentes a su causa presidencialista, fue Enilse «La Gata» López, acusada por lavado de activos, desviación de fondo y otros cargos.
Tampoco hay que olvidar que más de la mitad de los cargos electos en el Congreso por las filas de Uribe están siendo procesados por todo tipo de delitos, desde corrupción hasta por vínculos con el narcotráfico y los paramilitares. Ni que el propio Uribe está metido hasta las cejas no solo en casos de corrupción, sino de represión político-militar, prácticas antisindicalistas (donde se permiten o mandan matar a sindicalistas), además del narcotráfico y, como buena parte de los suyos, vinculado con los paramilitares (narcoterroristas finalmente), Uribe (y el uribismo) es sinónimo, actualmente, de Parapolítica. Además de las desapariciones y el secuestro, incluso en otros países, de disidentes.
A todo esto hay que sumarle una serie de políticas devastadoras para la zona, y que se pueden interpretar como verdaderas declaraciones de guerra, como el haber bombardeado un puesto de las FARC en territorio ecuatoriano (finalmente, están atacando el territorio de otro país), o el estar siendo la punta de lanza de una ingente cantidad de tropas estadunidenses en la región.
También, no nos podemos olvidar, que la falta de democracia en Colombia está en la compra, por parte del gobierno, de voluntades políticas de teóricos opositores en las cámaras, y así conocimos cómo la reforma del 2004 de la Constitución, por la que Uribe se pudo presentar a un segundo mandato consecutivo, se consiguió comprando votos en el Congreso. No siempre se compran con dinero, sino con promesas de nombramientos y demás.
¿Ese es el ejemplo de un gran demócrata al que alude El Comercio? Porque, para el resto del mundo, en Colombia se vulnera, por parte del gobierno, todo el Derecho Internacional Humanitario habido y por haber (ante esto Uribe atacó a las ONG, como se hace en Perú, igual igual, diciendo que son unos «traficantes de derechos humanos»). Eso sí, Uribe se puede enorgullecer de ser uno de los pocos presidentes que reformó su legislación para permitir deportar ciudadanos propios a otros países, en concreto, hacia Estados Unidos.
Todo el tiempo, en todo el escrito de El Comercio, pareciera que este es el primer intento reelaccionista de Uribe, cuando realmente es el segundo. También, en El Comercio, se habla como si Uribe no fuera caudillista, como si la estructura de partidos no se trastocó por un partido construido al rededor del líder supremo, como si… Como si no tuvieran ni idea de quién es Uribe, y al ser uno de los suyos, hay que avisarle de que va en el sentido contrario a lo que debe ser, cuando no se dan cuenta que lleva años en una autovía yendo en dirección contraria y atropellando todo lo que puede y más.
Sobre la reelección
Personalmente no creo que el problema sea que un sujeto se presente cuantas veces quiera a un cargo político, y gane, ni que exista cierta falta de alternancia (cuando la misma es votada a conciencia), en todo caso el problema está en que el sujeto a reelegir utilice la maquinaria del Estado para conseguir su objetivo, en que se persiga a la oposición y se destruya la propia democracia representativa desde los cargos electos. Es como si pensáramos que en Rusia hay más democracia porque Vladímir Vladímirovich Putin no se pudo presentar a presidente, y actualmente lo sea Dmitri Anatólievich Medvédev, cuando Putin sigue siendo el jefe, ahora como Primer Ministro.
Es menos malo que PablitoPresidente repita limpiamente el cargo tras unas elecciones con todas las de la ley, a que PlabitoPresidente utilice la maquinaria del Estado para que JuanCandidato no salga elegido, como ya lo hemos visto en Perú, como el propio Alan García dijo que podía hacer.
En estos casos se suelen contraponer ejemplos como los de España, con presidentes de gobierno que han ganado cuatro veces las elecciones, o Islandia, con más de 60 años de gobierno de un determinado partido (que ya no gobierna) sin que haya sospechas de clientelismos y pucherazos (no como en México), y se rebate diciendo que son países parlamentaristas, que el poder del presidente es menor, bueno, también podemos hablar de Franklin Delano Roosevelt, que ganó cuatro elecciones y murió en el cargo (en 1947 se aprobó la vigésimo segunda enmienda que limita los mandatos presidenciales a dos, ratificada en 1951).