Que sí, que no… Y así todo el rato, hasta que al final fue el propio congreso, bajo la batuta del cuestionado Javier Velásquez Quesquén, el que tuvo que ordenar la publicación de la Ley Nº 29261 por la que se derogaron los Decretos Legislativos Nº 1015 y Nº 1073, conocidos como Ley de la Selva. Así pues, los Decretos Legislativos pierden vigencia y la situación vuelve a la anterior existente, que exige mayorías cualificadas para enajenar tierras comunitarias a comunidades campesinas y amazónicas.
Alan García, en un gesto de sensatez (tras haber puesto a caer de un burro a los que propugnaban la derogatoria, eso sí) declaró que su gobierno no vetaría la norma aprobada por el Congreso que derogaba el desarrollo legislativo del gobierno, y con esta frase desautorizó en gran medida a su primer ministro, que ya avisaba que estudiarían el vetar el proyecto. Ahora bien, los dos dedos de frente duraron poco en la extensa cara de Don García, y los ataques a la derogatoria no se hicieron esperar.
Al final, el gobierno sabedor de una derrota política bastante contundente, decidió dejar pasar el tiempo y no mandó a publicar la derogatoria aprobada hace unas semanas ni observó la ley para que la misma volviera a la cámara de representantes, a fin de cuentas, la mayoría por la que se aprobó el «error histórico» (epíteto dado por el ejecutivo a la norma derogatoria) fue abrumadora, de 66 síes contra 29 noes, así que en un posible reenvío al parlamento peruano el pleno del mismo podría levantar el veto presidencial. ¿Para qué arriesgare a que otra vez el pleno contradiga al ejecutivo? Mejor aceptar el mal hecho por el Congreso y dejar que sea la rúbrica del presidente de dicho poder estatal el que mande a publicar la norma, debió pensar el presidente o alguno de sus secuaces. Y hasta cierto punto, bien pensado.
Es triste que el gobierno no haya tenido la valentía de publicar una norma no-deseada, pero al menos no ha vetado la misma y luego hecho de las suyas en el Congreso para que en la cámara no se llegue a la mayoría absoluta para levantar el velo. Me imagino que pronto tendremos la tercera entrega (o cuarta, o quinta) del Perro del Hortelano, o algo así, en respuesta a esta primera norma «contraria» a los intereses de García por vendernos.
Pero volvamos a lo que ya ha pasado: Javier Velásquez Quesquén, cuyo partido se opone a la derogatoria y votó en consonancia con esta idea en el pleno para defender la legislación de su gobierno, hizo uso (obligatorio, claro) del artículo 108 de la Constitución y a falta de publicación u observación mandó a publicar la derogatoria. Debió doler. Bien hecho por parte del presidente del Congreso.
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