Cuando pasan tragedias o, bueno, cualquier evento importante, sale a la luz la guerra de la información, contrainformación y sobre todo de desinformación. Esta última, una verdadera plaga que en los tiempos de las nuevas tecnologías de la información, curiosamente, ha crecido como nunca, es la que gana terreno gracias, en gran medida, a lo poco que conocemos los sesgos cognitivos y otros errores de razonamiento y lo poco que hacemos para combatirlos. No podemos negar que todas las personas tenemos sesgos en nuestra percepción, es tarea de cada una luchar contra estos para poder razonar y racionalizar de la mejor manera posible. Estos días de pandemia los bulos corren con más velocidad, si cabe, que en periodos electorales. Además, se hacen palpables algunos sesgos, como el de recapitulación o retrospectivo, con un montón de cantamañanas que nos dicen que ellos o ellas ya avisaban de que todo esto pasaría cuando la hemeroteca muestra claramente lo contrario. Pero aún así, damos por buenas sus expresiones. Es cierto que muchas veces no estamos ante un «sesgo» propiamente dicho, esto es, la persona que pronuncia ciertas palabras sabe perfectamente que está mintiendo, pero por ahora prefiero tratar todo desde el punto de vista de la estupidez antes que de la malicia (de los pensamientos de Diderot hasta el principio de Hanlon), por puro beneficio de la duda. Este pequeño artículo es una recopilación de algunos de estos sesgos o perjuicios simplemente para que los tengamos en cuenta una vez que leamos, veamos o escuchemos una noticia, simplemente para someter dicha información a una segunda lectura o, en su caso, a la búsqueda de verificación antes de darla por buena.