Breve berrinche contra las Agencias de Calificación

Hace tiempo que vengo escribiendo y reescribiendo una futura entrada sobre las Agencias de Calificación (así, con mayúscula), esas garantes de la ortodoxia a la par que son pruebas de la imposibilidad de la misma. Esto es, en un mercado perfecto las Agencias de esa índole serían francamente inútiles, y contrarias al propio mercado. ¿Por qué? Básicamente porque la información también sería perfecta, y porque nadie en el mercado puede influir en el precio. La existencia de las agencias se sustenta en que la información no es perfecta, no es completa, así que un tercero la «completa», es la que valora el riesgo según una serie de circunstancias y criterios, y porque las calificaciones que ponen a un instrumento financiero o a un emisor de los mismos afecta (y mucho) el precio de dicho instrumento (el tipo de interés que pagará), así que un agente externo tiene la capacidad directa de influir en el precio, con lo que ya vulnera una de las reglas básicas del libre mercado.

Las Agencias de Calificación, las tres más importantes del mundo (todas afincadas en Estados Unidos) han fallado y siguen fallando, pero aun así tienen credibilidad. Y mucha. Se las investiga y se las multa (con acuerdo de las mismas para no seguir con las investigaciones y para evitar procesos penales contra sus directivos) y se premia a sus mandamases (varios de los directivos de las Agencias con mayúscula ahora trabajan en los más importantes organismos públicos y semipúblicos vinculados con la economía de los países más importantes del mundo), esto es, la pifian a más no poder y se les premia.

Las Agencias, que hasta el día antes de la quiebra de grandes entidades financieras daban el visto bueno a su solvencia y contaban al mundo entero el poco riesgo que tenía comprarles instrumentos financieros, y los buenos que eran los mismos, cuando estaban tan llenos de basura (con las subprime a la cabeza, instrumentos que recibían sin problemas la calificación de AAA y similares, ¡vaya buen ojo haciendo su trabajo!) siguen dándose el lujo de valorar la deuda de países y entidades financieras, una decisión suya puede condenar a la quiebra a una entidad, sea pública o no, así que piden y exigen, piden que las cosas se hagan según la ortodoxia que defienden, y exigen que se les trate como si fueran Dios, incuestionables.

¿Cómo es posible que unas agencias que tanto han errado y tanto daño han hecho sus valoraciones sigan teniendo crédito? Porque lo que tienen es poder. Lo mismo, sin ir muy lejos, es lo que ocurre con el FMI (y otras entidades como el BM), sus recetas traen la crisis, crisis que ni huelen a lo lejos, y son ellos los que imponen la solución para salir de la crisis. ¿Ven dónde está el problema?

Lo peor en todo este juego es que no se quiere salir del mismo, así la calificación de esas grandes Agencias, que tan mal lo han hecho en los últimos años, sigue siendo requisito (con ese término) para muchas operaciones. Y los inversores siguen confiando en sus decisiones, incluso habiendo sido multadas por sus más que gordos errores en el pasado.

En la Unión Europea comienzan a alzarse voces contra el oligopolio de la información financiera (eso es lo que conforman esas tres grandes Agencias), pero en vez de apostar por otras vías que den seguridad en las operaciones financieras, lo único que buscan es una Agencia que digan lo que ellos quieren escuchar, esto es, crear una Agencia Europea que en vez de responder a los poderes económico-políticos de entidades estadounidenses respondan a los intereses económico-político de los poderes europeos. Más de lo mismo, pero con bandera azul en vez de la tricolor estadounidense. ¿De qué serviría una Agencia de Calificación que desde la base su opinión está viciada? De nada, como no sirven de nada las tres grandes de Estados Unidos.

Es curioso cómo las bolsas y los mercados de derivados, que deberían servir como el máximo ejemplo de que el Libre Mercado funciona, son todo lo contrario, son el exponente máximo de los errores conceptuales y materiales del Libre Mercado, que ni la persona es como nos la describe la teoría económica liberal clásica ni se acercan las condiciones para que se dé el modelo teorizado, así como de la necesidad de organismos públicos para cubrir las faltas de ese mercado para dotarlo de transparencia sin ir más lejos (uno de los requisitos básicos), así como se ha demostrado más de una vez que los sujetos participantes en el mercado, incluso en unos despersonalizados y con inmediatez como son las bolsas, son capaces de alterar los precios mañosamente, jugando más o menos dentro de las reglas. En este sentido las Agencias de Calificación son un buen ejemplo de que los mercados ni funcionan ni funcionarán, y aún así les hacemos caso a la ortodoxia mercantilista-liberal que nos quieren imponer (y lo consiguen). Parecemos tontos.

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