El unicornio llamado «neutralidad de la red»

Estos días se está hablando mucho de la «neutralidad de la red» a raíz de la reciente decisión de la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (FCC) de EE.UU. que manda a las operadoras de Internet de la Categoría II (servicio de telecomunicaciones) a la Categoría I (servicio de Información) que significa, básicamente, pasar de ser un servicio público (con regulaciones y restricciones) a un área de libre competencia pura y dura (donde antes se encontraba, sea dicho). Lo cuentan bastante bien Marta Peirano en El Diario y, previamente, Manuel Moreno en Cuarto Poder.

Nos lo presentan como si viviéramos en un sistema que respeta dicha neutralidad, con lo que esos cambios realizados en Estados Unidos nos afectarán negativamente. La realidad es que la neutralidad de la red, como tal, siempre ha estado amenazada; lo que es peor, los consumidores la hemos fomentado, así se explica el éxito de tarifas móviles que, básicamente, se la cargan, como ya explicó Sergio Agudo en Genbeta en marzo de este año. La basa de FreedomPop es entrar cargándose dicha neutralidad… Podemos ir más lejos: Tuenti, como operadora, nació ciscándose en la neutralidad de la red.

Comentan varias veces que en la UE eso es más difícil, que sí, que acá hay una regulación aunque siempre se recuerda que hay ciertos «resquicios» por donde se cuelan tarifas como las antes mencionadas, o ya el ejemplo de Portugal donde existen operadoras que ya tienen tarifas claramente contrarias a la «neutralidad de la red». Beatriz Alcántara en Urbantecno escribe:

«Normalmente, las tarifas móviles cobran por el tráfico de datos que consumes al mes. Desde 1 GB hasta 20 GB, las opciones son numerosas. Sin embargo, Meo ha decidido arriesgarse y probar con la siguiente idea: cobrar para no gastar datos en ciertos servicios.

El proyecto de Meo se llama +Smart Net y cuenta con 5 tarifas diferentes entre las que poder elegir. Cabe afirmar que todas ellas cuentan con un primer gratis para que el usuario pueda comprobar si le gusta el modelo o no.

Por un lado, la tarifa «Messaging» se adapta a las redes de mensajería y permite navegar por WhatsApp, Facetime o Hangout. La segunda opción es «Social», y, como su propio nombre indica, acoge todas las redes sociales, como Facebook, Instagram, Twitter o Snapchat.

Si no eres usuario de ninguno de estos servicios y solo usas Internet para consumir vídeos en YouTube o series en Netflix, te queda suscribirte a «Video. Además, cuentas con la opción «Music», para acceder a servicios de streaming como Spotify, SoundCloud o Google Play Music.

Finalmente, la quinta opción recibe el nombre de «Email&Cloud» y da acceso a servicios como Gmail, Google Drive y iCloud. Todas estas tarifas permiten también usar las aplicaciones de Meo. Pero, ¿qué precio tienen las diferentes opciones? Pues la cuota es la misma para cada una de ellas, 6,99 euros al mes.

Meo es el claro ejemplo de que, en el futuro, podemos contar con un Internet en el que no todos los usuarios tengan las mismas oportunidades de usarlo y en el que no todas las aplicaciones tienen el mismo apoyo. Así lo han denunciado ya muchas asociaciones que no están de acuerdo con este tipo de tarifas que violan la neutralidad.»

En el mismo artículo nos cuenta la existencia de «Removal of Net Neutrality Simulator», una extensión para un navegador que nos permite «simular» una Internet sin neutralidad (nos fastidia de vez en cuando, beneficia a unas páginas sobre otras, etc.). Resumiendo mucho, la Internet a la que accedes sin neutralidad por parte de las operadoras no es la misma a la que accedes con neutralidad; la diferencia, además, no la marcarás tú, la marcarán ellos.

¿El cambio en EE.UU., entonces, no tiene por qué preocuparnos? Sí, en realidad sí. Digamos que es dar carta de naturaleza a algo que solo vemos bien en determinados ámbitos, donde, además, hemos «crecido» muy limitados. Digamos que, mientras que en casa tenemos una tarifa plana y ya no entendemos otra forma de tener contratada la línea, los «datos» en el teléfono celular los asumimos como algo distinto, de hecho, me he encontrado con bastantes personas que no sabían que su teléfono accedía a Internet como tal (ellos pensaban que Google, YT y WA eran «independientes» de Internet, esto es, como si accedieran por otra vía distinta -todo dentro del concepto «datos»-; de hecho, cada uno es una aplicación en su teléfono, como lo son los SMS y las llamadas). El cambio de categoría, además, es incluso más profundo que aprobar determinadas tarifas o aguantar cierta «discriminación de datos» en ámbitos más costosos (telefonía celular o móvil), es quitarla de «servicio público» a «lugar de comercio» sin más, es desconocer algunos de los avances más importantes de la propia Internet (que es su entrada como «servicio público» y básico, como es el teléfono).

Un problema de fondo es que confundimos una plataforma (continente) con todo su contenido. Así, en mis entornos, entre mis alumnitos y demás, vídeos es sinónimo de Youtube. ¿Qué supone? Que si ellos quieren ver vídeos todo el día (que quieren) y les dicen que en tal tarifa los tienen «gratis» (todos incluidos, más bien) de YT, irán allí sin percatarse que no pueden acceder a todos los vídeos, sino solo a los de YT, que están absolutamente limitados por lo que la propia YT permita mostrarles; con esto también se refuerza la posición de YT, invisibilizando todo lo demás. (Con esto me estoy acordando de la vieja polémica de «videoblogger» frente a «youtuber» para designar un tipo de actividad, siendo esta segunda la que se ha impuesto, y no solo semánticamente).

Antes de acabar esta breve entrada, una recomendación de un libro que ya tiene años: «La neutralidad de la red. Y por qué es una pésima idea acabar con ella» de José Alcántara (2010), el conocido Versvs.

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