Distinto tratamiento

Estos días dos atentados de integristas religiosos se dieron lugar en Estados Unidos; en ambos casos hubo muertos (en uno más que en el otro, es cierto) y fueron perpetrados por pocas personas (una pareja en uno, un individuo en otro) y el objetivo fue crear terror e imponer su visión del mundo (vamos, lo que es un atentado terrorista). La cobertura de los medios (españoles y algunos internacionales) es totalmente distinta en cada caso. ¿Qué les diferencia? Básicamente la religión por la que se asesinó.

Y es que uno fue un atentado realizado por un cristiano en el que ha calado duro el discurso del odio y la violencia como solución (no por gusto en Estados Unidos las clínicas que practican abortos son blanco constante de ataques, desde destrucción de sus equipos e instalaciones -el último caso en octubre, un mes antes que este- hasta asesinatos nada selectivos -como el de finales de noviembre-), además del problema de armas. Aquí los medios (sobre todo españoles) usaron términos como «muertos en un tiroteo» y similares. Poco se ha hablado sobre el discurso del odio, dejando el caso como algo aislado y de un loco (como poco, del que no nos han hablado mucho), sin contexto ni motivos ni nada… tampoco se ha hablado de controlar y evitar la «radicalización» de la población cristiana.

El siguiente caso ya pertenece al fanatismo de corte islámico, ese que hace que unos países bombardeen otros como si eso solucionara algo (o tapara el apoyo previo dado a esa misma formación), o se endurezcan las leyes y los discursos, se monten páginas web para que uno acuse al vecino de fanatizado. En este caso sí se nos ha dicho claramente que es un atentado terrorista, las víctimas no han muerto, sino que han sido asesinadas. Sí nos han dicho que las medidas deben pasar por evitar el crecimiento del fanatismo y todo eso. Además, siguen contándonos la vida de los terroristas (aunque sin que quede claro si fueron o no «lobos solitarios», la verdad).

¿Por qué la cobertura es tan distinta? Estados Unidos es un país con una ratio de asesinatos realmente alta (4,5, creo que era), donde constantemente se producen todo tipo de tiroteos, muchos de ellos verdaderos atentados terroristas y otros tantos como terrorismo de Estado (la violencia ejercida por la policía contra las minorías y no tan minorías -hablemos en plata: contra los que no son blancos o poderosos-), además de un índice intolerable de ataques por odio de unos colectivos contra otros.

Pero parece que el discurso del odio, cuando viene de la derecha cristiana, no preocupa tanto, por más que ese balón sea recogido por personas armadas y peligrosas. Ese mismo discurso del odio, cuando viene de colectivos no cristianos, es terrorismo y perseguido con una represión sin precedentes.

Los medios recogen esta distinción, asustan con el cuco de turno que permite justificar determinadas acciones (recortes de libertades propias y bombardeos en casas ajenas). Esta diferencia se da también por la forma en que se construye el ellos y el nosotros.

El nosotros estadounidense es cristiano (el destino manifiesto y todo lo subsiguiente son consecuencias de ese nosotros construido históricamente y hoy mantenido por el poder), aunque hayan tenido una población musulmana importante (y hasta una rama propia del mundo islámico), siempre son pintados como ellos y afectados por «el extranjero» (de alguna forma, los estadounidenses venden la idea de un cristianismo puramente autóctono),  al punto que los atentados que han sufrido (ya sea por otros musulmanes o por otros perpetradores, identificados o no) siempre quedan en segundo plano.

Así que cuando un cristiano emprende o intenta una masacre por motivos religiosos, no se pide a todos los cristianos que rechacen el hecho (se sobreentiende que lo hacen) y ese sujeto no es calificado ni como terrorista, más aún, sus víctimas han muerto, no han sido asesinadas (por más que se condene los hechos, se suavizan). Si un musulmán atenta por motivos religiosos, nos enteramos hasta qué cenaron o si cumplieron correctamente con los rezos, además de que se deja claro que hay un problema de fundamentalismo (¿en el caso del cristiano no lo hay?) y se solicitan condenas masivas de los musulmanes (y en la calle, si es necesario). En Estados Unidos conviven muchos grupos armados y unos cuantos de ellos son más bien fanáticos nacionalcristianos (por más que luego no cataloguemos a sus organizaciones como «terrorismo cristiano», lo son o están realmente cerca de serlo; mezclado, además, con el «supremacismo blanco»).

Así pues, hay un integrismo religioso perseguido y uno que no; hay un discurso del odio rechazado y otro que no (de hecho, el próximo presidente de ese país podría ser uno de los promotores de esos discursos de odio) y hay terrorismos de todos los niveles.

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