La izquierda que necesita…

¿Se enteraron que el otro día tuvimos una «Jornada de lucha» en todo el Perú? Sí, seguro que sí. Muchos de ustedes -la grandísima mayoría- se enteró tarde y solo por los «inconvenientes» («caos» según ciertos medios). Ando lejos, ustedes lo saben, así que de las cosas me entero por pura fuente indirecta; es increíble -no, increíble no es el adjetivo correcto, justo lo contrario- cómo los principales medios dedicaron páginas y bits para enseñarnos el «desorden» pero no contar nada, esto es, no decir por qué y para qué se salía a la calle, que era lo importante. Todo lo demás es anécdota -exagero-.

En este contexto de confrontación -y así llevamos mucho tiempo, la luna de miel sindicatos-gobierno duró lo que tardó Ollanta Humala en cambiar de amigos-, lógico habida cuenta de las políticas aplicadas por el Estado y lo que se viene, los grandes medios solo quieren mirar la anécdota, nada nuevo bajo el sol.

Por otro lado se está desarrollando un interesante debate tras los movimientos que están haciendo una serie de izquierdas (permítanme el plural), como son Ciudadanos por el Cambio, el Partido Comunista Peruano, el Partido Socialista, el Partido Descentralista Fuerza Social (que son parte de Fuerza Ciudadana), Tierra y Libertad y el Movimiento de Afirmación Social, buscando un frente común para las próximas elecciones (locales y estatales). Este intento de unir a distintas ramas en un solo bloque (aun no están todos los que son, pero ya es todo un comienzo), y hacerlo ahora sí con un programa claro (nada que sea tan fácilmente traicionable como el pacto con Humala).

¿Cuál es el debate? Qué izquierda necesita el Perú, qué representan esos partidos y movimientos realmente en la izquierda y cuáles son sus reales perspectivas en el panorama político, contando su posición «real» así como su accionar práctico. Aunque hay más aportaciones, como de natural soy vago, le robo un comentario a Carlos Mejía:

«Por un lado, Antonio Zapata en La República y por otro Javier Torres desde Diario16. Recomiendo leerlos pues resultan muy estimulantes para los debates que tenemos en la izquierda.

Entiendo que a diferencia de otras voces, como la de Jaime de Althaus, Zapata y Torres escriben si no desde, por lo menos muy cerca a la izquierda. Me permito hacer unos comentarios, que no por discrepantes son menos fraternos.»

(Javierr Torres sacó una segunda nota sobre el tema).

Todas las críticas al discurso empleado por el intento reunificador se centran en algunos puntos como: búsqueda de la utopía inútil, falta de reconocimiento del capitalismo y discurso anacrónico (junto con líderes faltos de carisma).

Es innegable que, hoy por hoy, existe un discurso socialista que no cala, por formas o fondo, existe una amplia población que ha vivido durante mucho tiempo escuchando que lo rojo es malo, y contra eso hay que luchar, desde la calle, desde todos los puntos, contando el plano de la mercadotecnia. Pero eso no significa renunciar a lo que somos. No puede significarlo.

Toda esa insistencia de «abrazar el capitalismo» (llámalo «popular», llámalo «andino», llámalo como te dé la gana), al menos de reconocer sus maravillas macroeconómicas, es una forma clara de claudicar. Para ese viaje no necesitamos estas alforjas.

La utopía es necesaria, es a donde queremos ir, si no la tuviéramos presente, si no la siguiéramos -de la forma más clara, eficiente y eficaz que se nos ocurra; que puede ser terriblemente equivocada- y enseñáramos, no estaríamos militando y trabajando en las calles, no estaríamos peleando por un mundo más justo, nos quedaríamos en casa y dedicaríamos nuestro tiempo a explotar y ser explotados. Y aplaudir a los socialdemócratas por maquillar el capitalismo dándonos pan y circo.

Esa imagen que nos quieren vender de una «izquierda moderna» no es más que una «derecha moderada» que se dedica a repartir migajas dentro de un sistema de explotación. Si no cambiamos las bases productivas, las relaciones existentes entre las distintas fuerzas, si no acabamos con la dominación de unos hombres por otros, no hacemos un pimiento.

Asumir que la gente es capitalista por naturaleza es olvidar que, por lo normal, la gente está de acuerdo con el sistema en que vive (¿indefensión aprendida?). Que el capitalismo no es algo «natural», ni en nuestra sociedad ni en ninguna más. ¿Por qué deberíamos buscar conectar el socialismo con el «capitalismo popular» -y qué cuernos es eso-?

El socialismo se opone al capitalismo, a toda forma de explotación; no hay nada que conectar ahí. Y si la mayoría quiere seguir siendo explotada y jugando al pequeño-empresario, nuestro trabajo es enseñar un camino diferente a ese sistema, no acomodarnos a él. Si no nos acompañan y aportan ellos, construimos entre todos, es que simplemente hemos fracasado. Si nos «acomodamos» al capitalismo, hemos fracasado sin luchar, sin plantar cara, por más que «los nuestros» ocupen el Palacio de Gobierno.

Todo esto se maquilla con un mensaje de «la izquierda que el Perú necesita», ¿perdón? El Perú -estado burgués- no necesita ninguna izquierda. Se reclama la misma para que «haya alternancia» -que no debemos confundir con alternativa-, claro, dentro de un modelo de mercado, esto es: capitalismo. Eso no cambia nada -sí palia algunos problemas del capitalismo, pero no debemos ser bomberos del mercado-. Lo que buscamos -insisto en esto mucho, y lo haré al final del artículo nuevamente- es cambiar todo el sistema social, y no solo en Perú, sino en todo el mundo. No debemos ser «la izquierda deseada por un Estado Burgués» sino, más bien, las izquierdas que necesitan los trabajadores y todas las clases oprimidas. No es un mero matiz lingüístico.

¿Es un problema de lenguaje? ¿De «conectar con la gente»? ¡Si fuera solo eso! Los problemas existentes son múltiples, en todo tipo de niveles. Y ante estos problemas nos dicen que debemos ser más liberales que los liberales, pero sin el «neo», que debemos cambiar el discurso a uno que «conecte» (porque por lo visto lo importante es ganar elecciones, no el cómo, hay que engañar con el propio lenguaje usado, ocultar lo que queremos -el programa- y contentar a todos -y por eso, amigos, la democracia formal apesta-) y ser capitalistas…

Hace más de un mes el propio Mejía escribió un interesante artículo en que mencionaba, entre otras cosas, lo siguiente:

Si la pregunta es ¿cómo ganar elecciones? muy probablemente articular un discurso electoralmente de centro va a sumar más votos. Precisamente porque es el discurso que va a decir aquello que todos quieren escuchar. Es el modelo de la «hoja de ruta«.

Para argumentar que la propuesta Levitsky resulta contraria a los intereses de la izquierda, debemos recordar que lo central para nosotros es cambiar significativamente la vida de los pobres y explotados. Y eso no se logra con un programa político basado en políticas asistencialistas y Mistura.

(…)

Y podríamos seguir atiborrando de datos. Una sociedad tan desigual, discriminadora, autoritaria y violenta ¿es el mejor terreno para un discurso que oscile entre los buenos modales liberales y la fina sensibilidad socialdemócrata? ¿Puede una coalición de tibios y moderados derrotar a las fuerzas de la derecha empresarial? Véase a Ollanta nuevamente.

Buena parte de la izquierda ha olvidado que este es un país socialmente inestable y que se requieren de cambios radicales. Ha perdido su cultura de rebeldía y se ha dejado acojudar por los medios de prensa, el sentido común liberal, el desencanto de la política y las lucecitas de una globalización neoliberal. Mientras los pobres, explotados y marginales requieren de una izquierda de verdad. Una izquierda que cuestione al mercado, que critique la democracia formal, que asuste a explotadores y privilegiados. Recuperar la cultura política pérdida es construir esa izquierda militante y radical. Incómoda y desconfiada.

Lean toda la nota del compañero Mejía, por favor.

Al final todo se reduce a dos visiones del papel de la izquierda distintas:

  • Por un lado una serie de personas que creen que la izquierda debe ser un grupúsculo socialdemócrata o peor (esos que señalan a los demócratas de Estados Unidos como «izquierda» -término solo aplicable por posición relativa con los republicanos-);
  • Por otro unas izquierdas socialistas -en todos sus sabores-, comunistas -lo mismo- y anarquistas -para todos los gustos-.

Si la izquierda se debe dedicar a abrazar el capitalismo, repartir migajas y esperar a que en Perú no pase lo que está ocurriendo, por ejemplo, en Europa. Mientras tanto nada cambió en lo sustantivo. Eso sí, podemos alcanzar el gobierno. ¿Para qué llegamos, en ese caso? ¿Para legitimar la explotación? No, gracias. Lo peor es que esta izquierda tampoco existe en Perú, y si los de toda la vida la intentan construir llevarán el pasivo que actualmente tienen sin los beneficios electorales que se puedan desprender de la renuncia a la utopía. Sería trabajar y construir mucho para nada.

Si los que estamos en esas otras izquierdas nos dedicamos a construir una militancia, discurso y demás individual y colectivamente; trabajando por y para nuestras ideas, construyendo una alternativa desde abajo hacia arriba, podemos aspirar a esa utopía. Muchísimo más trabajo, pero nos permitirá luchar para conseguir lo que queremos. ¿Que no llegaremos al gobierno tan fácil como con la anterior forma? Nadie dijo que este juego era un coser y cantar de dos semanas. Todo lo demás es traicionarnos y creer que hemos conseguido algo perpetuando lo que debería ser enfrentado por nosotros.

Un comentario en «La izquierda que necesita…»

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