El avisado tijeretazo a Sanidad

«Asimismo, con el fin de definir el Programa Nacional de Reformas y determinar las reformas encaminadas a lograr una mayor racionalización, eliminación de duplicidades y eficiencia en la gestión de los grandes servicios públicos que se pondrán en marcha en este mes, el presidente del Gobierno se ha reunido también con la ministra de Sanidad y el ministro de Educación. El ahorro previsto superará los 10.000 millones de euros.» (Nota de prensa del gobierno de España.)

Tras un par de días trepidantes en cuanto a contradicciones dentro de los miembros del gobierno (ese era uno de los grandes males que el PP atribuía al anterior ejecutivo) el gobierno, ya de forma oficial y sin poder decir «son comentarios personales de tal ministro», lo enfanga todo más gracias a unas pocas líneas en un comunicado de prensa. Sin comerlo ni beberlo, y tras presentar los presupuestos, se habla de un ahorro mágico de diez mil millones de euros adicionales en las carteras de Educación y Sanidad (así, con mayúscula), juntos y revueltos (otras informaciones hablan de siete mil millones en Sanidad y el resto en educación). ¿Explicaciones? Ya se darán, cuando los rotativos alemanes lo soliciten, imagino.

Vamos a partir de algo: La sanidad española ni es cara (en relación al gasto sobre el PIB o gasto por ciudadano) ni es un lujo que solo unos pocos se puedan permitir o funciona mal (y gastar más no significa hacer que funcione mejor, un ejemplo es Madrid, sin ir demasiado lejos). ¿Que se puede ahorrar? Mil y una formas permiten ajustar el gasto sin quitar nada (ni temporalmente ni nada, eso de afirmar, como uno de los responsables del gobierno, de «eliminar temporalmente algunas cuestiones menos prioritarias», como servicios concretos, atención por la tarde, y otros,sí es recortar servicios que afectan a los ciudadanos -y al sistema al reducir personal-, no es algo que luego se pueda subsanar sin problemas), y si hay un agujero financiero (una deuda), no solo se puede tapar con disminución de gasto, sino buscando aumento de ingresos (como han hecho algunas comunidades del PP con el mal llamado «céntimo sanitario», tasa agregada sobre carburantes, o de la peor forma posible, como el euro por receta catalán). Y por supuesto, demagogias las justas (eso de «¿es justo que todos paguemos la sanidad del señor Botín?» sobra mucho, entre otras cuestiones porque la respuesta, si creemos que es un derecho pleno, la respuesta es sí, igual que pagamos su seguridad).

Algunas medidas propuestas son tan positivas como una de las últimas del PSOE: Más genéricos y menos «de marca», esto es, que se recete por principio activo (con una serie de excepciones vinculados a personas con enfermedades crónicas y otros), esa pequeña medida ha supuesto un gran ahorro. Otras coordinaciones entre comunidades para compra común y demás también pueden generar ahorro sin recortar nada, pero nada. Quitar turnos y personal siempre afecta al servicio prestado. Eliminar algunos servicios de los prestados por la sanidad pública es recortar el propio derecho, en vez de ir ampliándolo como se venía haciendo (con temas como los dentistas).

Algunas otras nos van introduciendo en el «repago» de una forma u otra (mencionar que la sanidad deje de ser un derecho gratuito para todos, mencionando esa gente con ingresos superiores a los cien mil euros, los cuales no llegan ni al 1% de la población y déjenme dudar que usen fundamentalmente la pública y no la privada, o que si ellos pagan algo se cubre parte del agujero o nada) o que nos guían en un camino más caro aunque, a primera vista, parezca más barato (como la privatización del sistema, en Madrid ya está saliendo más caro y es una de las comunidades que peor asistencia sanitaria tienen, al menos eso dicen las encuestas), un poco lo que pasó en Países Bajos, que tienen un sistema obligatorio que mezcla lo privado y lo público y que ha generado «dos sanidades», la de pago y la que no, además de tener datos de coste más altos que España.

Ahora bien, la sanidad tiene un diseño determinado, lo que no tiene sentido es comenzar a cambiar dicho diseño a golpe de recortes y «ajustes temporales» sin una hoja de ruta, que digan a las claras qué quieren y a dónde nos llevan, y de ahí discutamos si eso nos gusta o no nos gusta, si una de las instituciones más queridas por los habitantes de este país, como es la Sanidad, debe ser eliminada como derecho y dejar una pública subsidiaria de una privada, o es mejor pagar más impuestos para sostener la Sanidad con su diseño actual o incluso ampliando su servicio, esto al margen, como digo, de mejorar la eficacia y eficiencia del sistema (dos objetivos que siempre se deben buscar), y en ese caso, cómo repartimos esa nueva carga fiscal (¿aumentamos los indirectos o subimos los directos? ¿más en los especiales? ¿tasas de humo? lo que toque).

Lo que no se puede hacer, en todo caso, es montar este guirigay tras declaraciones frente a medios alemanes. (Y dejemos de querer «contentar a los mercados».)

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