La UE que no queríamos se nos viene encima

Todos los medios han aplaudido, de forma más o menos clara, el nuevo tratado de la Unión Europea, que pronto se firmará y que se intentará ratificar a espaldas de todos los ciudadanos de la Unión. Con este tratado se pone fin, sea dicho, a la iniciativa que pretendía llamar Constitución Europea a un Tratado de reforma de la Unión, que facilitaba la vida en algunas cuestiones (limpiaba el enrevesado sistema comunitario), pero que no era más que un tratado en la línea de «más mercado», aunque conseguía una pequeña declaratoria de derechos, no era lo principal del texto (aunque en la publicidad aparecía como lo importante). Y no avanzaba en ninguna de las dos grandes carencias de la Unión: Participación democrática y superación de los Estado-Nación. El actual tratado es una versión simplificada, descafeinada, del mencionado tratado constitucional, por tanto es una suerte de seguidismo simplón de lo existente, que en vez de solucionar los problemas planteados los agranda.

Han sido cobardes. Aunque han conseguido descongelar a la Unión Europea (que necesitaba un tratado para articular bien la presencia de los nuevos estados de la Unión), lo han hecho a costa de mejorar los mecanismos participativos y de derechos de Europa, y no se ha conseguido superar las dos visiones sobre la Unión (la que aboga por una asociación puramente económica y la que busca algo más) existiendo las islas jurídicas dentro de la Unión y no pudiendo establecer los mecanismos que realmente nos harán a todos los ciudadanos de la Unión iguales entre nosotros.

El Ministro de Exteriores, lo que iba a ser el ministerio de exteriores, mantiene las competencias, más o menos, que se le querían atribuir, pero se le quita el importante nombre internacional para que países como Gran Bretaña lo acepten sin rechistar demasiado, así que la institución pretendida pierde peso. Tres cuartos de lo mismo pasa con la carta de derechos que recogerá el tratado.

Todos han ganado. Todos. Los británicos dicen que está dentro de las líneas rojas marcadas por su país para no tener que someter el tratado a Referendo, los polacos, que se negaron al borrador inicial y eran la principal piedra, han conseguido lo que querían (en palabras de su presidente, el xenófobo y homófobo, Lech Kaczynski), que básicamente era mantener el sistema de pseudo bloqueo por las minorías en el Consejo (cuando no se puede bloquear una decisión porque la minoría no llega al nivel necesario de bloqueo y en «casos excepcionales). Romano Prodi celebró cual si fuera un golazo el obtener un diputado más en el nuevo Parlamento Europeo, igualando en curules con GB, pero no con Francia. Rodríguez Zapatero, presidente del gobierno español, ha apostado por resaltar el aumento considerable de diputados para España en la Unión (cuatro más) y lo contrapone con Niza, donde España «perdió» diputados (por la entrada de otros países, realmente) y ganó un poquito de peso en el Consejo (duramente criticado fue el gobierno ante el Tratado que establecía una Constitución porque, aunque ganaba peso en el Parlamento, lo perdía en el Consejo).

Lo del parlamento es curioso, luego los partidos se integran en grupos europeos al margen de los territorios, aunque no existe disciplina dentro de esos grupos. Un ejemplo claro han sido las últimas votaciones sobre política española en el Parlamento Europeo, sobre la negociación con ETA y la condena internacional contra el Franquismo, en ambos casos el Grupo Popular Europeo votó a favor de las medidas, o se abstuvo (en la de ETA no recuerdo bien en este momento cómo quedó, recuerdo que en un principio lo aceptaron bien, pero al final no recuerdo si se abstuvieron en la votación final), aunque en Partido Popular español, que forma parte del grupo europeo, votó en contra de dichas medidas (efectivamente, sólo la extrema derecha en el Parlamento europeo y el PP español votaron en contra de condenar el franquismo). En fin, retomando el tema del Parlamento y el Consejo, hay que recordar que son colegisladores, y poco a poco (demasiado poco a poco) el Parlamento va mejorando sus competencias e importancia, pero está lejos de parecerse a los parlamentos nacionales europeos, sobre todo de los países parlamentaristas (que básicamente son el núcleo duro de la antigua UE, sin contar Francia).

Cobardes, a espaldas de los ciudadanos. Los ciudadanos de dos países se apresuraron para decir «no» al Tratado Constitucional, aunque muchos dijeron que el «no» era más como un veto a los actuales mandatarios, no cabe duda que hubo mucho rechazo a un Tratado impuesto que no se construyó por los ciudadanos. En muchos países, para mucha gente dentro de esta Unión que no es tal, Europa se está construyendo al margen de los ciudadanos, y eso es inaceptable. Crece y se hace a imagen y semejanza de los que gobiernan, no de los gobernados. Estamos ante una construcción totalmente vertical.

Ahora los mandatarios europeos se abrazan y regodean en la idea de que ninguno hará referendos, y que todos aprobarán el texto comunitario sin que sus ciudadanos puedan opinar. ¿Cómo puede ser esto algo positivo? Incluso el primer ministro inglés ha aceptado el no realizar una consulta popular pedida desde todos los rincones de su país (desde la derecha hasta la izquierda, pasando por cuanto colectivo ciudadano existe), el resto de líderes ha aceptado, de buen agrado, decidir por el conjunto de sus pobladores. Es interesante ver lo poco democrático que resultan estas negociaciones entre Estados y lo endeble que es el sistema de representación como fórmula política de participación ciudadana, sobre todo si a primeras de cambio los representantes dan la espalda a los representados. Y se alegran.

Construyan Europa con los ciudadanos. Será difícil, pero al menos la Unión dejará de ser algo lejano para formar parte, realmente, del día a día. Y la integración comunitaria será posible. Sino, nada de eso existirá, la Unión se arrastrará como una gran benefactora de multinacionales europeas que se impone en otros países para que los europeos vivan mejor (y luego cierren las puertas a los foráneos), donde la participación ciudadana está totalmente mediada por otros poderes y personajes ajenos al ciudadano. Tanto el inicio como el final de los procesos integradores debiera pasar por los ciudadanos, por la gente, y rematarse con un referendo (global y con la misma fecha para todos, sino pasa lo que pasa). Alegrarse porque no se preguntará a los ciudadanos muestra lo peor de nuestra política, y quita legitimidad a la Unión Europea como ente integrador, para volverse ente de imposición.

Fuentes e información sobre el nuevo tratado:

Seguimiento hecho a este Tratado, en la etapa anterior de la bitácora, cuando estaba en Blogia.

3 comentarios en «La UE que no queríamos se nos viene encima»

  1. De acuerdo, al final va a tener razon Aznar con que la UE debia de seguir a USA, pero claro…. con este tratado «light» nunca se podra desarrollar una union con peso propio en el mundo. Bien comentas el caso de UK y Polonia, con islas legales asi …. de que union se habla?

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